Pablo César Ledesma Cepeda
Cuadragenaria
Su boca violenta,
su cara madura,
su olor a violeta,
su vida tan dura.
Sus ojos relatan,
su cabello murmura:
su vida de plata
y su feliz amargura.
Va por la calle
con tal seguridad,
con porte en su talle,
madura integridad.
Ella en sus cuarenta
y yo ni en los treinta.
Es ella la experta
que quiero en mi puerta.
Quiero vivirla,
quiero tenerla.
¡Que sea mía,
hermosa perla!
Vive en soledad,
lo dicen sus ojos.
Cuanta crueldad,
la miel en rastrojos.
Cuadragenaria experiencia
que me abre los poros.
Mi química a su ciencia
cual cielo con meteoros.
Yo admiro a la señora
como mezquino al oro
y lo que mi ser añora,
en estos versos incorporo.
Este, mi deseo;
ella, mi tesoro;
yo en sonroseo,
mi pretensión afloro.
Ella va de negro
con taconeo firme,
por eso me alegro,
por su imponente afirme.
Si mi sueño se diera
seguro que la tendría,
toda llena de alegría
cuanto ella lo quisiera.
Y si en tanto pudiera
yo sus labios besaría
y de su cáliz bebería
todo aquello que tuviera.
Con felicidad en fuego
como el sol de la tarde,
yo mi alma le entrego
para que la salvaguarde
y con mi boca riego
ese cuerpo que le arde.
Poco cabe la certeza
de lo que a solas le haría,
tomándola como mi presa,
cual dios bebiendo ambrosía.
Ella sigue su camino,
con su inigualable belleza.
Ella sigue su destino
y mi mirada su grandeza.
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