Retrato Luis Eduardo Aragón

Luis Eduardo Aragón Salazar

A un paradigma


De mi cosecha he elaborado esta ELEGIA IN MEMORIAM DE MI TÍO PABLO EMILIO, en una ligera semblanza biográfica: A manera de anécdotas, éstas pinceladas con la advertencia previa de que no me he inventado nada, simplemente he sido el amanuense de mis sensaciones y el fiel fedatario de su ideario: Ahora cuando las tinieblas pugnan por apagar la lumbre de la esperanza, nos queda como consuelo su envidiable ejemplo, su dignidad, virtuosa personalidad que se yergue colosal, como todo o paradigma para imitar.

Ahora, cuando una corteza de silencio le sella los labios, en mis oídos resuena el timbre de s recia voz, «es que la memoria tiene el don de la resurrección como decía el pensador australiano Guy Benson, es decir, la memoria recupera retazos de lo que hemos vivido, por eso ahora me obsede un recuerdo. y en esta cita puntual con ellos, no podría faltar una anécdota: Cierta tarde en que estábamos todos congregados en la sala de su casa en Villacolombia, un día sábado, mientras mi tío, como solía hacerlo impertérrito se solazaba con la lectura del periódico «El País», Ramiro dijo, hablando como estábamos de la difícil situación económica por la que atravesaba el país; «Hola, es como mi papá: Trabaja, trabaja y no se le ve la plata», y mi tío, de inmediato plegó el periódico suspendiendo la lectura para replicarle con voz firme y vehemente: «Eso es cierto, hijo, a mí no se me ve la plata, pero no es porque me la malgaste, sino que está bien invertida, ahí está invertida, en el estudio de todos ustedes, en especial, en el título profesional del doctor», señalando y refiriéndose a Pablo León, quién recién había optado el título de abogado.

Esa anécdota define lo que era su forma de pensar, su forma de ser, por eso siempre nos enseñaba: «Todos valemos en la proporción de lo que hacemos y no de lo que tenemos», su riqueza, felizmente no era material, sino de linaje espiritual.

Pablo Emilio mantenía con el ánimo dispuesto y vivaz, sin conceder tregua al cansancio, ni ocasión al pesimismo, así era su parábola vital, sin espacio para el derrotismo.

De mi tío Pablo Emilio guardó en el joyel de los recuerdos uno muy personal que me legara para aplicar en mi vida profesional de abogado. Me entregó este legado ético: «No se está en el estrado judicial para vencer, sino para convencer». Su vida siempre estuvo llenas de enseñanzas y poseía la fuerza de la antología ética; era un luchador infatigable, tanto que dentro de sus ideales, se propuso y lo logró, ser ungido como Concejal de Santiago de Cali, en donde descolló por sus grandes aportes intelectuales, a nombre de su querencia política, el Partido Conservador Lloredista.

Pablo Emilio Ledesma Salazar nunca se dejaba amilanar, era un atleta de la vida laboral de largo aliento e incluso, cuando alguna vez estuvo, como él decía, en el pavimento, sin trabajo, parodiando al quijote en el texto cervantino exclamaba: «Bien podrán quitarme los encantadores la ventura, pero la voluntad de esfuerzo y el ánimo, será imposible».

Pablo Emilio fue nuestro tutor, nuestro bienhechor, nuestro gran mentor espiritual, así lo considerábamos los hijos de su hermana: Lilia María Salazar.



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