Aleksandr Afanásiev
Dios y el párroco
Un párroco cuidaba con devoción de su iglesia, y un día le regaló a su santuario un candelabro maravilloso, con una vela muy grande. Entonces, apareció delante de él Dios y, como premio, prometió anunciarle tres veces, antes de llevárselo de este mundo.
El párroco se alegró mucho. Empezó a vivir con lujos y fiestas; comía y bebía, aprovechando la despensa de la iglesia. Y dejó de pensar en la muerte. Pasaron varios años, y su cuerpo empezó a no soportar más la vida que llevaba: se le doblaron las rodillas, se le encorvó la espalda, y tuvo que ayudarse con una muleta. Más tarde, perdió la vista y, después, el oído. Jorobado, ciego y sordo, siguió viviendo con el desenfreno y el lujo de antaño.
Al fin se presentó Dios ante él para llevárselo. Desconcertado, el párroco le reprochó a Dios no haberle dado los avisos prometidos.
Enfadado, el Señor le dijo:
—¡Fui yo quien te dio un golpe en los hombros y en las rodillas hasta que tuviste que doblegarte! ¡Yo puse mi dedo en tus ojos, hasta que te quedaste ciego! ¡Y yo toqué tus oídos para que te quedases sordo! Así que he cumplido la promesa. Ahora, ¡sígueme!
El párroco empezó a rogar humildemente que lo perdonara. Aseguraba no haber entendido el sentido de sus advertencias, y no encontrarse preparado para morir. El Señor miró con dulzura al pecador arrepentido y dijo:
—Vámonos, vámonos. No quiero ser más justo que misericordioso contigo.
Fotografía por: Ali Arapoğlu
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