Retrato Pablo Ledesma

Pablo César Ledesma Cepeda

El atavío prohibido


Es preocupante, ¿cómo hago? Ella está ahí, inalcanzable, tan bien vestida, tan bien portada. Ilustre, sin duda alguna, llamando la atención de todos en la reunión, su naturaleza. Es que la vida a veces nos pone en las encrucijadas más raras, vertiginosas y arriesgadas, y uno, como el simple ser humano que es, sucumbe ante semejante tentación.

Ese largo vestido negro con esos brillantes, ceñido a su cuerpo, a semejante escultura que hipnotiza, que embelesa hasta al más parco, dejándolo inmóvil, aletargado y en silencio; vérselo puesto cambia la perspectiva de lo que en mi mente aún tengo, pero no niego que me encanta vérselo.

Me preocupa, drásticamente, que alguien se dé cuenta, que él se dé cuenta, su galante, valeroso e insatisfactorio esposo. ¡Qué difícil sería todo si se evidencia su pecado! Ella y su pecado, ese que a metros de distancia es notorio, del cual su vestido negro de brillantes es testigo confesante y yo soy cómplice de ello. Justamente lo percibo en este instante. Me preocupa cómo luce su vestido negro de brillantes con mi semen en él.



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