Pablo César Ledesma Cepeda
Condenada laya
Hace algún tiempo
estuve dispuesto a perder,
a dejarlo todo, a dejar de ser,
a no seguir como un pasatiempo.
Yo me alejé, lo dejé todo, me alejé
y desde lejos claramente pude ver
cómo, celestialmente, me han dado el poder
para conseguir todo lo que quiero tener,
todo lo que para mi persona, anhelo.
Ahora sé que del hombre no dependo,
que no todos los seres dan risa ni amor,
que no todos dan pan ni dan de beber
y que en uno, un esclavo quieren tener.
Ahora tengo el coraje que me exige la existencia.
Ahora puedo hacer, conseguir, vivir y obtener,
todo aquello que permite mi conciencia,
y no lo que otro me obligue a conseguir, a hacer.
Puedo, como león, configurar mi presencia,
sin límites que se me impongan,
sin que, tontamente, colmen mi paciencia.
Ahora, poco importa lo que digan
aquellos estúpidos con su intransigencia:
esos que se creen mucho
y solamente logran que sean un fastidio sus existencias.
¡Oh, laya!, que carece de humanismo
y que mora entre la grandeza y el abismo.
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