Retrato Pablo Ledesma

Pablo César Ledesma

Nocturno en otoño, sonatina en primavera


Fue hace tantos años
cuando descubría la poesía,
leyendo a los de antaño,
a Rubén Darío y lo que este escribía.

Yo era sólo un niño,
un ser lleno de alegría.
La vida parecía un sueño
de esos que se dicen en poesía.

Pero era un grande,
al que sus versos leía,
un poema que cunde,
muchos sentimientos tenía.

Entender del árbol la dicha
y la de la piedra dura.
El que vive en desdicha
aunque con alma pura.

Es la magna poesía,
la que el mundo merecía,
la que de niño leía,
la que algún día escribiría.

Y encontramos a la princesa,
aquella que no siente,
con su boca de fresa,
va por el cielo de oriente.

Es de palabras, el juego
que en los versos expresa,
lo que trae el sosiego,
lo que en el alma pesa.

Y así vi un divino tesoro,
Juventud que no va a volver,
aquella época que es de oro
y que siempre voy a querer.

Aprende uno a respetar el tiempo
y los versos se aprenden a querer.
Ya no asustan los contratiempos
y en ellos a la vida, aprendí a leer.

Pocos cuentan locuras ciertas
cuando la vida les llega a oro.
Longevos pensamientos alertas,
como recuerdos que en silencio lloro.



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