Retrato Pablo Ledesma

Pablo César Ledesma Cepeda

La muestra muerta de vida


¡Hijo de la dama que vende su momento para satisfacer al cuerpo de otro y no al sentimiento!

A nuestro romance ha llegado la muestra muerta de vida, manchando el templo de mi amada del mismo rojo tinto, como al lomo del toro cuando yace agonizante en la plaza ante su enorgullecido asesino. Este manifiesto es tan cruel como el que ejecuta vida solamente por estímulo y, morboso, hace con sus estragos, dolorosos e indeseables, fuerte presencia, misma que entristece y perturba a mi amada. Símil dolor interpreto yo, porque mi rigurosa, carnal y constante virilidad, no tendrá paz hasta que pueda atracar en su templo para guarecerse del ambiente externo que le seca sin medida. Alivio pacífico da pues, la oscura humedad del templo, aquel que, en mi mente, como porra y yunque en constante movimiento, martilla infatigablemente a mi pensamiento.

Esta situación me confunde, me deja en dicha reacción que, según dicta la experiencia, tanto sé como lo que poco puedo hacer. Su estado, su existencia, es ella, pero, ¿dónde está ella? Y ahí, la muestra muerta de vida origina la lamentable cicatriz del combatiente que ha sido herido sin defensa, sin entrar en batalla. Monstruo rojo emancipado no serás triunfante, no llegarás a la victoria, porque, aunque desgarras y desangras a mi amada, su fortaleza y determinación serán la resistencia que sentencie tu fracaso.

Ansioso espero atacar al invasor con la acción machacona que conoce mi naturaleza, y cual espada filosa que al malvado atraviesa, penetraré su existencia hasta darle salida. Tengo aquí mi naturaleza blanca, aquella que bañará y limpiará el asediado templo. Estoy determinado. El encuentro será designado en el campo de batalla por mi amada, siendo esa mi oportunidad en la que conquistaré el templo donde es propio mi cuerpo. La contienda será provechosa, constante, larga e inigualable, y dejará cansada y vulnerable a mi amada y su hermoso templo.



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