Retrato Pablo Ledesma

Pablo César Ledesma Cepeda

Cuestionamientos


¿Para qué continuar? ¿Para qué seguir? Simples cuestionamientos…

¿Cómo puede el humano ser tan estúpido y llegar a pensar que puede existir una mejora, un cambio, una esperanza?

En definitiva, una de las peores cosas que uno hace es confiar. Confiar sólo aumenta la idealización de un ser, de aquel cercano ser en el que uno decide creer.

Es un hecho, simplemente no importa. No es necesario tener que diferenciar si importa más mi crecimiento personal y mis logros en la vida o los de alguien más. Es claro que al final el análisis no tiene sentido, la respuesta salta sola a la luz sin haber terminado la configuración de premisas.

Y entonces, ¿por qué pensarlo?, ¿por qué tan siquiera pasan esas ideas por el pensamiento? La respuesta puede ser bastante simple, pero no algo fácil de aceptar: egoísmo. El egoísmo es aquel que mueve nuestras vidas, motivando nuestra propia satisfacción, nuestra propia saciedad, nuestra propia gana. Sea lo que sea que hagas, así creas que se hace por otro, la razón de que el otro esté bien, genera en nosotros la saciedad individual.

Dicen que somos seres sociales, ¿a qué se deberá tanto masoquismo? Al final la compañía implica un estado mental de sometimiento, una aventura que lleva al ser a realizar prácticas arraigadas al egoísmo de otro, ignorando el bienestar propio. Acciones bajo falsas creencias, las mismas que hacen que uno piense que se siente bien satisfacer al otro, sin recordar que ello implica el sacrificio del real bienestar individual.

Y pensarán, ¿por qué soy capaz de pensar así?, bien, permítanme darles a conocer el siguiente caso:

Infortunadamente la conocí en su trabajo. Infortunado porque no debí conocerla nunca. Ella me gustó, me llamó la atención su forma rápida de interpretar numerosas variables en diferentes tipos de análisis, distintos tipos de temas. Sin duda, su físico me agradó. No voy a describirla falsamente, no es la mujer más hermosa que haya visto, pero ello no quiere decir que no me haya gustado.

Todo tuvo una marcha. Ella y yo congeniamos, nos entendimos y empezamos a compartir más nuestras vidas. Pronto habíamos formalizado una relación, misma que se dio de pleno goce físico y emocional a compromiso eterno y terminé haciendo algo que jamás llegué a pensar que haría, casarme. Francamente nunca me visualicé casado, pensaba que era un error que alguien se atreviera a someter su vida conmigo.

El tiempo pasó, y como todo vinieron los cambios, elementos reales en cualquier sistema, en cualquier vida. Siendo extraño para mí, ella empezó a pasar mucho más tiempo en su trabajo, a tal punto que habían días donde sólo la veía al iniciar el día y al finalizar el suyo. Decía que llegaba muy agotada y lo único que hacía era llegar a casa, directo al baño, salir de ahí a la cama; un matrimonio perfecto a los dos años de casados.

El sexo, para mí, se volvió en uno de los sofismas más extraños que solía poner en discusión con mis amigos, con aquellos con los que empecé a compartir mi tiempo libre, ese espacio que queda después de una jornada laboral y antes de que te consuman los deseos de Morfeo.

Fue en uno de esos tantos vaivenes de la vida nocturna con mis amigos en los que el destino, en una pequeña ciudad, jugó sus fichas simplemente para divertirse. Vaya que resulta complejo ser una ficha, pero eso somos, simplemente unas fichas. Lo lindo de todo es que nos creemos seres independientes y maduros.

Vi a su jefe salir de un lugar de esos en los que se alquila un espacio, dotado con todas las comodidades de un cuarto pero que uno no aprovecha para ir a dormir ni siquiera a descansar. Sí, fue algo grotesco para mí, ver al viejo salir de ahí, a aquel idiota infeliz, mezquino, manipulador, avaro e indolente ser, pero más aberrante fue cuando vi a mi esposa en segundo plano, buscando su mano dentro de aquel taxi, compartiendo el mismo asiento trasero y todo lo que además compartieron.

¿Me pregunto si hay egoísmo en eso? ¿Fueron ellos egoístas?

Yo por mi parte, volví a mi egoísmo, ahora existen días donde no comparto con mis amigos, sino con alguna otra. Yo me hice a la vida fácil, me hice a un trabajo que poco demanda de mi tiempo y mi esposa de las obligaciones de nuestra vivienda se ha hecho cargo. Jamás le dije nada, aunque evidencia en fotos tengo, además de los vídeos que hicieron mis amigos.

Muchos cuestionamientos vienen en busca de mi juicio. ¿Qué soy? ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué es lo que espero?

Ahora soy un hipócrita egoísta y no un estúpido. Ya no creo en nada, no creo en nadie, menos en esa mentirosa, ni siquiera en mi familia creo. Aunque debo confesar que algo de esperanza les guardo a mis amigos, claro, hasta que estos también fallen.

Sé que todos estos cuestionamientos son presentes en quienes llegan a conocerme y la mayoría mantiene una especie de duda. De cierta forma mis amigos me entienden, pero no les queda fácil aceptarlo. Lo sé por la cantidad de dudas que han caído sobre la mesa llena de buen alcohol y diversión. Preguntan cada locura consecuente con mi situación, me hacen preguntas como:

¿Qué piensas?, ¿qué sientes?, ¿por qué sigues?, ¿qué esperas?, ¿por qué soy tan egoísta?, ¿qué se siente ser un mantenido?, ¿por qué continuar así, con mi vida en pausa y no salir por más?, ¿por qué te casaste con la secretaria de tu padre?, ¿ella gana tanto como para mantenerte?



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